Ley de Vagancia en Uruguay: Más Clasismo que Solución

En un intento aparente por abordar la inseguridad en los barrios de clase alta de Uruguay, la reciente implementación de la Ley de Vagancia revela más sobre los prejuicios sociales que sobre una solución efectiva. La normativa, que busca expulsar a aquellas personas que no consuman en los comercios locales y deambulen por las zonas adineradas, plantea más preguntas sobre equidad y justicia que respuestas a los problemas reales de seguridad.

La premisa subyacente de la ley parece sugerir que la presencia de personas sin hogar y la inseguridad están intrínsecamente vinculadas, una generalización que no solo es simplista sino también peligrosa. Esta medida, en lugar de abordar las causas subyacentes de la inseguridad, opta por una solución superficial que, en última instancia, perpetúa la discriminación de clase.
Al focalizarse en "correr" a aquellos que no consumen, la ley ignora las complejidades de la desigualdad social y la falta de acceso a recursos básicos que enfrentan muchas personas sin hogar. En lugar de abordar las raíces del problema, la legislación parece contentarse con desplazar a estas personas a las periferias de la ciudad, fuera del campo visual de aquellos que pueden permitirse vivir en barrios acomodados.

Esta ley clasista, en lugar de ser una respuesta efectiva a la inseguridad, simplemente traslada el problema en lugar de resolverlo. Al desplazar a las personas sin hogar a las periferias, la legislación crea una burbuja de ignorancia para aquellos que residen en los barrios de clase alta. Al no ver el problema, se pretende que no existe, lo que resulta en una desconexión peligrosa de la realidad.

La verdadera solución a los problemas de inseguridad no puede basarse en medidas discriminatorias y excluyentes. En lugar de ello, necesitamos abordar las desigualdades estructurales que generan la falta de seguridad en primer lugar. La inversión en programas sociales reales, acceso a la vivienda y oportunidades educativas, y rehabilitación efectiva de consumo de estupefacientes y acceso a la salud menta, son solo algunas de las verdaderas soluciones que deben considerarse.

Uruguay, como sociedad, merece una respuesta más reflexiva y equitativa a los desafíos de seguridad. La Ley de Vagancia no es más que un parche superficial que enmascara las verdaderas cuestiones detrás de la inseguridad. Es hora de mirar más allá de los prejuicios y trabajar juntos para abordar las causas fundamentales, construyendo así una sociedad más justa y compasiva para todos.

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